Diario de Navarra, 4 de febrero de 2014;
Comienza en Pamplona el II Festival CIDE, Cine y Dentistas
Bases del concurso de cortometrajes CIDE 2014
OBJETO
El Colegio Oficial de Dentistas de Navarra convoca el concurso de cortometrajes CIDE, que premiará el mejor corto de temática bucodental.
La participación del presente concurso presupone:
- La aceptación integra de todas las cláusulas contenidas en estas bases.
- La autorización, por parte del autor y protagonistas del video, para publicar el vídeo en la página web del Colegio Oficial de Dentistas de Navarra (www.colegiodentistasnavarra.es) y, en su caso, en los medios de comunicación.
- El Colegio Oficial de Dentistas de Navarra podrá utilizar y exhibir los trabajos, sin fines comerciales, en actos promovidos por el propio Colegio. Asimismo, el COENA podrá utilizar fotogramas de las obras presentadas para la promoción del Concurso.
BASES
- La participación es libre y gratuita.
-El vídeo tendrá una duración máxima de OCHO minutos.
-Los contenidos del cortometraje deberán centrarse en temas que fomenten, difundan y promuevan la salud bucodental.
- El vídeo deberá llevar rotulado un título, el nombre de los autores, además del teléfono del responsable.
- Las imágenes del vídeo deberán ser originales y tomadas por el/los participantes.
- Cada autor puede presentar hasta un máximo de tres trabajos y cada uno debe presentarse por separado.
- Los vídeos no deberán haber sido presentados a concursos anteriores ni haber sido publicados en medios de comunicación.
FORMA DE INSCRIPCIÓN
Todas las inscripciones se realizarán a través de la Secretaría del COENA.
CRITERIOS DE INSCRIPCIÓN
El jurado seleccionará, con arreglo a los criterios de originalidad, emotividad y relación con temática bucodental o sobre el personaje del dentista y las clínicas dentales, el corto ganador.
RECEPCIÓN DE TRABAJOS
Los cortometrajes, en formato DVD, pueden enviarse por correo postal o entregarse en la sede del Colegio Oficial de Dentistas de Navarra, sita en Avda. Baja Navarra, 47 de Pamplona siempre que estén debidamente identificados con nombre y teléfono del responsable y título del corto.
Fecha límite de recepción: 15 de febrero de 2014.
ENTREGA DE PREMIOS Y EXHIBICIÓN
La entrega de premios se llevará a cabo durante la celebración de la II edición del Festival CIDE.
Los vídeos seleccionados serán exhibidos en el II Festival CIDE (Cine y Dentistas) que tendrá lugar en los cines Golem Yamaguchi de Pamplona durante el mes de febrero de 2014.
PREMIO
El corto ganador recibirá un premio de 500 €.
Se establece un segundo premio de 300€ y dos accésit de 100€ cada uno.
Más información: Colegio Oficial de Dentistas de Navarra. Tfno. 948 222906 y cooe31@infomed.es
Martes, después de Navidad
DIRECTOR: Radu Muntean
INTÉRPRETES: Alexandru Baciu, Razvan Radulescu, Radu Muntean
FOTOGRAFÍA: Tudor Lucaciu
MÚSICA: Electric Brother
NACIONALIDAD: Rumanía
DURACIÓN: 100 minutos
No es muy frecuente pero, de vez en cuando, una película rumana se “cuela” en la cartelera. Teniendo en cuenta que en Rumanía se producen menos de una docena de películas al año no es extraño que los estrenos rumanos sean toda una rareza. Lo que sí es sorprendente es que, con tan escaso nivel de producción y con una escuálida cuota de pantalla en su país, se pueda hablar de un “nuevo cine rumano” o que sus jóvenes realizadores no vuelvan con las manos vacías cuando sus trabajos se presentan en festivales internacionales, Cannes incluido.
Uno de los primeros en abrir esta nueva etapa en 2005 fue Cristi Puiu, que sorprendió con La muerte del señor Lazarescu (premio Un Certain Regard). Dos años después, Cristian Mungiu obtenía la Palma de Oro Con 4 meses, 3 semanas, 2 días. Pero a sus nombres hay que añadir unos cuantos más como el de Corneliu Porumboiu, director de 12:08 East of Bucharest (2006), Cristian Nemescu responsable de California Dreamin’ (2007), Florin Serban realizador de Si quiero silbar, silbo (2010), Radu Jude y La chica más feliz del mundo (2009) o Catalin Mitulescu, ganador de una Palma de Oro por su corto Trafic (2004), y que volvería a Cannes con ¿Cómo pasé el fin del mundo? (2006) y con Loverboy (2011).
Todos estos directores tienen unas cuantas cosas en común, además de su nacionalidad, y es que nacieron a partir de finales de los 60; lo que significa que cuando Ceaucescu fue ejecutado en 1989 su carrera creativa no había comenzado, y todos vivieron su infancia, y algunos su primera juventud, durante la dictadura. Además se enfrentan a sus proyectos generalmente con presupuestos
muy bajos que compensan con la gran calidad de sus actores y con la precisión de unos guiones que, en todos los casos mencionados, han sorprendido tanto a la crítica como al público.
En este contexto Radu Muntean, el director de Martes, después de navidad, cumple como los anteriores con todos los requisitos, aunque su singularidad proviene del hecho de haber empezado en el territorio de la publicidad. Como los demás, él también ha hablado a través de su cine de la dictadura en Rumania e incluso de aquel representativo 22 de diciembre de 1989 en el que Ceaucescu trató de escapar y fue atrapado para ser ejecutado unos días más tarde. La película se titulaba El papel será azul(2006). Después vendrían títulos como Boogie o Martes, después de navidad, centrados principalmente en las relaciones vitales contemporáneas. Esta última recibió los premios a la Mejor Película y al Mejor Actor y Actriz en el Festival de Cine de Gijón 2010.
Curiosamente para hablar de esos nuevos rumanos del siglo XXI, con sus problemas, sus alegrías y sus frustaciones, Muntean convierte en dentista a la protagonista femenina de Martes, después de navidad. Joven, desinhibida e independiente, Raluca, comparte con otra compañera una consulta odontológica. Su relación con Paul, un hombre casado al que ha conocido en su propio consultorio a donde él lleva a su hija, resulta natural, abierta y plena, pero en su historia de amor no están ellos solos. Precisamente es en la consulta de Raluca donde se encontrarán los tres, en torno al sillón en el que la hija de Paul y de Adriana, su mujer, se somete a una revisión. Muntean los retrata a todos en ese lugar blanco y aséptico. A partir de ese momento se irán levantando las cartas. Faltan pocos días para que llegue la navidad y es tiempo de regalos y de familia, pero los personajes de Muntean están inmersos en su propio laberinto. La historia de esta dentista enamorada forma ya parte de ese cine rumano que con pocos medios y mucho talento se ha hecho un hueco en el panorama europeo.
Pacific Rim
DIRECCIÓN: Guillermo del Toro
INTÉRPRETES: Charlie Hunnam, Idris Elba, Rinko Kikuchi,
Charlie Day, Diego Klattenhoff, Burn Gorman, Max Martini, Robert Kazinsky, Ron Perlman, Santiago Segura
MÚSICA: Ramin Djawadi
NACIONALIDAD: Estados Unidos
DURACIÓN: 131 minutos
Desde hace veinte años no sorprende descubrir a Ron Perlman en una película de Guillermo del Toro. Este actor, de rasgos inconfundibles, ha trabajado con el realizador mexicano en proyectos como Cronos, Blade II o Hell Boy I y II.
Para quien no le venga su rostro a la cabeza, bastará con que piense en él con el rostro teñido de rojo y unos cuernos cortados en la frente dando vida a ese demonio creado para el cómic por Mike Mignola y llevado al cine por del Toro.
Perlman ha sido la Bestia en La Bella y la Bestia, el diablo rojo en Hell Boy y un hombre primitivo en En busca del fuego; ha hecho del malo de la película en títulos como Drive o Bunraku y su impactante físico resulta reconocible en decenas de títulos. A él y a Santiago Segura, Guillermo del Toro los considera un valor seguro y cuenta con ellos siempre que puede. De hecho en su última producción, Pacific Rim, ideó para ambos un peculiar negocio: vender órganos de Kaiju, unas criaturas gigantes que provienen de otros mundos y cuyo único cometido parece ser la destrucción de todo lo que se mueve en el planeta Tierra. En esa empresa, que naturalmente es ilegal, Segura trabaja como ayudante de Hannibal Chau, el personaje al que interpreta Ron Perlman, cuyo aspecto merece una detallada descripción.
La ropa de Chau, diseñada por Kate Hawley, consiste en una especie de levita de color rosa y una corbata amarilla. Lleva unos sorprendentes zapatos dorados, sobre los que del Toro reserva un chiste para quienes se quedan en la sala mientras aparecen los títulos de crédito; tiene las manos repletas de anillos de oro y se oculta tras unas gafas que le permiten disimular un ojo mutilado y una enorme cicatriz.Por si fuera poco el dorado con el que salpica toda su indumentaria, luce unos impactantes grillzs que cubren también de oro su dentadura.
Se apunta así Hannibal Chau a una moda que parece haber contagiado el mundo de la música, del espectáculo y ahora también del cine de ciencia ficción. No hace demasiados meses que el actor James Franco aparecía en Spring Breakers, una película dirigida por Harmony Korine, convertido en un personaje perverso y haciendo ostentación de unos impresionantes grillzs. Franco interpretaba a un rapero, territorio en el que hay que buscar el origen de esa práctica de cubrir los dientes con piezas de metal de diferentes formas y tamaños, y compartía con el personaje de Hannibal Chau su afición por el lado salvaje y peligroso. Aunque aquella no era una película de ciencia ficción, no deja de resultar curioso que el nombre del rapero fuera Alien.
Si Madonna, Miley Cirus o Justin Bieber se han atrevido a lucir una sonrisa metálica, estaba claro que el cine no podía pasar por alto un elemento tan poderoso visualmente como los grillzs. Aunque los dentistas los desaconsejemos y a pesar del debate estético que suscitan, parece que en la pantalla grande los grillzs, como antes los tatuajes o los piercings, se han convertido en un complemento que, de momento, lucen orgullosos sobre todo los malvados.
360: Juego de destinos
DIRECCIÓN: Fernando Meirelles
INTÉRPRETES: Anthony Hopkins, Jude Law, Ben Foster, Rachel Weisz, Moritz Bleibtreu, Dinara Drukarova
FOTOGRAFÍA: Adriano Goldman
NACIONALIDAD: Reino Unido
DURACIÓN: 2012
En 1900 Arthur Schnitzler publicó una obra teatral titulada La Ronda. Se trataba de una historia coral cuyo contenido le acarreó bastantes problemas en la sociedad vienesa de la época porque tachaba de escandalosas las relaciones entre los personajes. Sin embargo, con el tiempo el esquema de La Ronda se convirtió en un modelo, a veces casi en una plantilla. Y es que Schnitzler, que había estudiado Medicina y que trabajó para uno de los maestros de Freud, proponía algo que el cine utilizaría muchas veces: los juegos cruzados de personajes cuyos destinos se van entremezclando e incluso superponiendo. Schnitzler presentaba a diez personajes, miembros de una serie de parejas algunas de las cuales se iban rompiendo y formando parte de otras hasta componer una cadena de relaciones que acababa cerrándose en sí misma.
En 1950 Max Ophuls levantó una de sus mejores películas sobre las huellas trazadas por Schnitzler. Con el mismo título que la obra teatral, La Ronda de Ophuls se representaba en un decorado artificial sobre el que la cámara se movía de unos personajes a otros en una especie de rueda de la vida donde un soldado conocía a una prostituta y tenía relaciones con una criada que a su vez caía en las redes de un señorito el cual mantenía un affaire con una mujer casada cuyo marido le era infi el con una modista enamorada de un poeta amante de una actriz a la que le gustaba un joven militar. Un resultado espectacular ratificaba la vigencia de la propuesta de Schnitzler.
Ha pasado más de medio siglo desde entonces y parece que La Ronda continúa. A Fernando Meirelles, un cineasta de origen brasileño que sorprendió hace unos años con una película titulada Ciudad de Dios y que se ha atrevido a adaptar a John le Carré (El jardinero fiel) e incluso a José Saramago (A ciegas), también le tentó esta especie de ruleta del destino. Con la obra de Schnitzler en la cabeza (aunque no en los títulos de crédito), y con el conocido guionista Peter Morgan firmando la historia, el cineasta brasileño ha dirigido 360. Juego de destinos (360, en el título original).
Los participantes en esta ronda del siglo xxi ya no son criadas, caballeros, poetas o soldados. En su lugar aparecen un ejecutivo, un mafioso, un guardaespaldas, un fotógrafo, un exconvicto, una prostituta, una estudiante, un dentista y su enfermera… y así hasta quince personajes. Lo que no ha cambiado con respecto al texto original es que seguimos estando ante un tratado sobre el amor y las relaciones humanas.
James Debbouze y Dinara Drukarova, los actores que interpretan al dentista de origen argelino y a su enfermera rusa, son dos de las piezas de este puzle en el que se enfrentan a la imposibilidad de su relación por motivos religiosos. El amor del dentista por la enfermera y de la enfermera por el dentista se pone de manifi esto en sus respectivas terapias. Allí es donde sabemos de un hombre enamorado de una misteriosa mujer con un gorro rojo y de una mujer que quiere dejar a su marido. Luego nos enteraremos de muchas más cosas; de que ella se llama Valentina y está casada con el guardaespaldas de un mafioso y que él es musulmán y su religión le prohíbe tener relaciones con una mujer casada. Y entre la aparición de la mujer del sombrero rojo y la determinante charla con el imán, una secuencia en la consulta donde ambos trabajan, donde ha surgido su amor platónico y donde acabará todo.
En La Ronda de Schnitzler todos los personajes mantenían relaciones al menos una vez. En la de Meirelles, no. Nuevos tiempos para una vida romántica globalizada en la que los dentistas también ocupan un lugar, que se mueve por cinco países diferentes, en la que sus protagonistas hablan siete idiomas y cuyo marco de relaciones se traza en tiempos de inestabilidad económica, de primaveras
árabes y del miedo al otro
Los miserables
AÑO: 2012
DIRECCIÓN: Tom Hooper
INTÉRPRETES: Hugh Jackman, Russell Crowe, Anne Hathaway, Amanda Seyfried, Eddie Redmayne, Samantha Barks, Helena Bonham Carter
FOTOGRAFÍA: Danny Cohen
MÚSICA: Claude-Michel Schönberg.
NACIONALIDAD: Reino Unido
En 1815 un presidiario llamado Jean Valjean obtiene la libertad condicional después de diecinueve años de condena por un delito menor. Aquel mismo año Napoleón Bonaparte pierde la batalla de Waterloo y los campos de esa ciudad belga se llenan de cadáveres de jóvenes soldados. En 1862 el escritor francés Víctor Hugo publica su novela Los Miserables a través de la que va siguiendo los pasos del exconvicto Valjean, mientras retrata un país en plena descomposición interna..
La adaptación musical de la obra de Víctor Hugo se estrena en París en 1980 y treinta y dos años más tarde, en 2012, Tom Hooper, el oscarizado director de El discurso del rey, acepta el reto de llevar al cine uno de los musicales de más éxito de la historia. En el reparto figuran, entre otros, Hugh Jackman (en el papel de Valjean) y Anne Hathaway (en el de Fantina).
Para conocer en profundidad a ambos personajes seguramente hay que acudir al relato literario. Víctor Hugo fue quien creó a ambos, pero también narró la batalla de Waterloo, y sobretodo habló de las miserias de un tiempo en el que la gente vendía lo que fuera con tal de sobrevivir:
-“¡Hermosos dientes tenéis, joven risueña! Si queréis venderme los incisivos, os daré por cada uno un napoleón de oro.
-¿Y cuáles son los incisivos? -preguntó Fantina.
- Incisivos -repuso el profesor dentista- son los dientes de delante, los dos de arriba.
- ¡Qué horror! -exclamó Fantina”.
Así lo contó el escritor y la verdad es que, aunque le horrorizara, Fantina vendió sus dos incisivos, porque quería salvar a su hija y necesitaba el dinero. Claro que, vendiendo sus dientes también consiguió las burlas de lo que Víctor Hugo llamaba “esos jóvenes ricos y ociosos que abundan en las ciudades pequeñas” algunos de los cuales le recordaba cada vez que la veía: “¡Qué fea eres! No tienes dientes”.
En la película de Tom Hooper los escalones que va descendiendo Fantina hasta su total destrucción se detienen en la venta del pelo y de los dientes. La fealdad que esta última práctica provocaba era evidente para todo el mundo y de ahí que alguien le recomiende al comprador de dientes que no le extraiga las piezas anteriores, para que no pierda del todo su belleza, y extraiga las siguientes, es decir premolares o molares. De esta manera al menos tendría ciertas posibilidades de seguir ganando algo de dinero dedicándose a la prostitución.
La práctica de la compraventa de dientes todavía era habitual en el momento en el que se publicó la novela original y mucho más a principios del siglo XIX. En un tiempo en que los materiales para fabricar dientes artificiales no se había desarrollado del todo, los dientes humanos eran la mejor alternativa y su precio se encarecía o se abarataba en función de la oferta y la demanda. La guerra y la paz contribuían a esa fluctuación. El campo de batalla después de la tragedia se veía como un inmenso vivero en el que obtener excelentes piezas dentales y, durante mucho tiempo, las dentaduras artificiales que ofrecían un aspecto joven y sano fueron conocidas como Dientes de Waterloo. Pero también los dientes de “los miserables” vivos como Fantina eran codiciados. En esos casos su pérdida auguraba una despedida de la juventud, de la belleza y, en último término, de las posibilidades de salir de la miseria. Así, cuando Anne Hathaway entra en ese camino sin retorno, interpretará “I dreamed a dream”, uno de los temas más conmovedores la película.
Hugh Jackman sufre la desesperación en una de las escenas de la película.
El Gran Gatsby
DIRECCIÓN: Baz Luhrmann
INTÉRPRETES: Leonardo DiCaprio, Tobey Maguire, Carey Mulligan, Joel Edgerton, Isla Fisher, Jason Clarke, Elizabeth Debicki
FOTOGRAFÍA: Simon Duggan
MÚSICA: Craig Armstrong
NACIONALIDAD: Australia y USA
DURACIÓN: 143 minutos
En 1925, el escritor norteamericano F.Scott Fitzgerald publicó El Gran Gatsby, una novela ambientada en el Nueva York de los años 20. El libro no tuvo demasiado éxito en su época pero fue redescubierto casi treinta años después, cuando ya la Segunda Guerra Mundial había terminado y el público disfrutaba imaginando que hubo un tiempo pasado que sonaba a jazz y en el que las noches eran interminables.
Protagonizada por Nick Carraway, que representa al propio novelista, el verdadero motor del libro es Jay Gatsby, un misterioso personaje que provoca la curiosidad del escritor y que comparte negocios no demasiado limpios con Meyer Wolfsheim, un “judío bajito y de nariz aplastada”, como se le describe en la novela. En uno de los encuentros que se produce entre Carraway y Wolfsheim la descripción literaria se detiene en un curioso detalle:
-Veo que está mirando mis gemelos. (No lo estaba haciendo, pero ahora sí los miré. Estaban hechos de unos pedazos de marfil que me eran extrañamente familiares).
-Los más finos especímenes de molares humanos –me informó.
-¡Vaya! -los examiné–. Es una idea interesante..
Ni Jack Clayton, en la versión que hizo de El Gran Gatsby para el cine en 1974, ni Baz Luhrmann en la que ha realizado en 2013, pasaron por alto este complemento del vestuario de Wolfsheim. Al fin y al cabo el personaje estaba directamente inspirado en un de los gángsters más importantes de la historia de Estados Unidos, Arnold Rothstein, un judío norteamericano poseedor de una gran fortuna, protagonista de numerosos escándalos y uno de los pesos pesados del crimen organizado en los años 20. Rothstein tenía fama de cuidar muy bien su aspecto y de llevar gemelos con sus iniciales pero, posiblemente por darle un toque más inquietante, Fitzgerald los transformó en aquellos dos molares con los que el gángster sujetaba los puños de su camisa.
Howard Da Silva, el actor que daba vida a Wolfsheim en El Gran Gatsby de 1974, se remangaba las mangas de su chaqueta y mostraba orgulloso a Nick Carraway, cómo lucían sus singulares gemelos. El detalle debió gustarle especialmente a Luhrmann y en la versión de 2013 el director de Moulin Rouge y de Australia no lo desaprovechó. Cuidadoso hasta el límite con todos los aspectos de vestuario y decoración, Luhrmann quiso darle un toque todavía más personal al gángster diseñando para él un alfiler de corbata en forma de diente, en el que es difícil no reparar.
Amitabh Bachchan, el actor de origen indio que interpreta a Wolfsheim en este último Gran Gatsby protagonizado por Leonardo di Caprio, luce orgulloso una pieza dental sobre su corbata roja, un detalle más estremecedor si cabe que los gemelos, ya que añade más sombras al peligroso atrevimiento y provocación de quien lo lleva. El particular complemento no se oculta bajo las mangas de ninguna chaqueta, es una evidencia, un botín, un complemento que muestra sin reparos que quien lo lleva se sabe poderoso. Wolfsheim se ha condecorado a sí mismo con un trofeo pequeño pero capaz de sorprender e inquietar a quien lo ve. Ese fino espécimen de molar humano, que diría Fitzgerald, es un extraño adorno para una corbata, aunque sea la corbata de un gángster.
Tomboy
DIRECCIÓN: Céline Sciamma
INTÉRPRETES: Mathieu Demy, Sophie Cattani, Zoé Héram, Malonn Lévana, Jeanne Disson
FOTOGRAFÍA: Crystel Fournier
MÚSICA: Para One
NACIONALIDAD: Francia
DURACIÓN: 84 minutos
La cineasta francesa Céline Sciamma podía haber titulado su segundo largometraje Garçon manqué, que es como se define en francés lo que en castellano llamaríamos “marichico” o en inglés tomboy. Pero prefirió llamarla con esta última denominación, tomboy, porque era un término más neutro y que carecía de las connotaciones de “chico fallido” o “chico equivocado” con las que habría que traducir la defi -nición francesa.
Y es que Laure, la protagonista de Tomboy, no es un niño que erróneamente ha nacido niña. Laure es una niña que aprovecha las facilidades que le proporciona un cambio de domicilio y una nueva vida, para presentarse ante sus nuevos amigos como Mickäel y así entrar a formar parte del grupo con un género distinto.
A sus diez años, el aspecto físico de Laure todavía le permite jugar al engaño. Simplemente con cortarse el pelo y ponerse la ropa amplia que le gusta, puede ser Mickäel durante el tiempo que dure el verano, hasta que tenga que ir a su nuevo colegio y deba darse a conocer con su auténtica identidad.
Pero el verano tiene otros inconvenientes y en bañador es más fácil distinguir un cuerpo femenino de otro masculino, aunque eso no tiene por qué ser un problema irresoluble. Para Laure esas diferencias no son sino pequeños pormenores que va resolviendo sobre la marcha, y las soluciones se encuentran, frecuentemente, en el mundo de los juegos, que es donde se suele habitar a su edad. Los trozos de plastilina con los que juega su hermana pequeña le sirven para crear el bulto que necesita que aparezca bajo su bañador de niña cortado a la altura de la cintura. Nada parece demasiado complicado. Mickäel
juega al fútbol, se enamora de una niña del grupo, cuida de su hermana y mantiene una dulzura que no está reñida con ningún género. Sciamma, que ya había retratado adolescentes en su primera película, Water Lillies, y en su cortometraje Pauline, reivindica para Laure un mundo propio en el que la protagonista tenga la posibilidad de reinventarse en cada detalle.
VIAJE DE IDA Y VUELTA
Así, Tomboy traza un viaje de ida, en el cual Laure ve una posibilidad de ser Mickäel, y otro de retorno, en el que la evidencia se impone. Entre ambos caminos Sciamma muestra a la protagonista en su habitación, después de un día de juegos en el río, abriendo una cajita con la figura de un ratón en la tapa. Es lo que queda de los primeros años de Laure: una colección de dientes de leche. Allí, junto a aquellos pequeños dientes efímeros, descansará a partir de ahora el trozo de plastilina que, durante una tarde llena de juegos y de risas, le ha permitido representar un sexo diferente. La caja de los dientes de leche es patrimonio del Ratoncito Pérez y todo el mundo sabe que eso forma parte del mundo de los cuentos y de la fantasía. Laure tiene solo diez años, pero es consciente de que Mickäel también
pertenece a ese territorio y que su existencia, como pasa con los cuentos, tiene su colorín colorado, aunque no comprenda porqué tiene que ser así.
Las miradas y la forma de estar de la joven actriz Zoé Héran son los principales elementos con los que cuenta Céline Sciamma para exponer su historia. Junto a ella el pequeño mundo que forma la familia y el grupo de amigos de la protagonista, expresa sin estridencias el malestar y la sorpresa por el engaño. La caja del ratoncito Pérez, de los sueños, de la infancia, se cierra. Laure tiene ya dientes permanentes y es una niña.
Laure utiliza trozos de plastilina con los que juega su hermana pequeña para crear el bulto que necesita que aparezca bajo su bañador de niña y convertirse en Mickäel.
Ralph y Norman, dos héroes incomprendidos
Hay muchos ejemplos que permiten asegurar que, por lo menos dentro del mundo de la animación, el ser o sentirse diferente proporciona bastantes puntos para convertirse en el protagonista de la historia. La afi rmación se cumple en el cine de Tim Burton, en la película sobre la hija de Drácula, Hotel Transilvania, en el viaje fantástico y solitario de Chihiro, en las aventuras del pequeño Nemo con su aleta dañada, en unos cuantos clásicos de Disney, y en muchas películas más.
En los últimos meses el cine de animación ha proporcionado, además de dos excelentes películas, dos claros ejemplos de que la singularidad es un valor añadido, aunque a veces pueda no parecérselo a quienes se sienten desplazados del resto.
No está de más hacer hincapié en esto a través del cine animado, que tanto atrae a los más pequeños, y poner así de manifiesto que todos, incluso los que no encuentran su espacio, lo tienen. Por eso Rompe Ralph! y El alucinante mundo de Norman –ParaNorman, en el título original– son dos buenos ejemplos de solitarios incomprendidos que acaban convertidos en héroes. Pero además, en ambas películas los peligros para la salud dental y la necesidad del cuidado de los dientes, se dejan ver.
EL PELIGRO DE LOS CARAMELOS
Rompe Ralph!, de Rich Moore, está protagonizada por un personaje de videojuego de casi tres metros de alto que se dedica a romper todo lo que se pone a su alcance. A simple vista, Ralph, cuyo nombre es un homenaje a Ralph Baer, el padre de los videojuegos, es el típico villano. Pero en realidad se siente desplazado y daría cualquier cosa por convertirse en Félix, una especie de Super Mario que todo lo arregla y que es el bueno de la película. En su intento por cambiar, Ralph entra en un videojuego llamado Sugar Rush Speedway, una especie de paraíso del dulce al modo de la fábrica de chocolate de Willy Wonka. Aquí hay pozos de caramelo verde, un rey llamado Candy, un bosque de dulces, arenas movedizas de Nesquik, lianas de azúcar solidificado, una montaña de Coca-Cola que entra en erupción al contacto con caramelos ácidos y hasta una colección de galletas Oreo que trabajan como guardias reales.
Sugar Rush es un homenaje a Candyland (País de los Dulces), un clásico pasatiempo de los años 40 al que Tarantino recordó en Django desencadenado –protagonizada por un dentista–, poniéndole ese nombre a la plantación donde vive el malvado Leonardo DiCaprio. Y es que, a pesar de su atractivo colorido y su maravilloso aspecto, en el paraíso de los caramelos hay muchos peligros y Ralph nos descubrirá que el Rey Caramelo (Candy King) esconde tras su dulce apariencia una realidad mucho más perversa.
HIGIENE DENTAL TERRORÍFICA
Y si Ralph nos advierte de los peligros para los dientes, Norman, un chico de once años que puede hablar con los zombis, nos muestra que la higiene dental es imprescindible y que, además, la puedes adaptar a tus aficiones. Sam Fell y Chris Butler, los realizadores de El alucinante mundo de Norman, dibujan para su pequeño antihéroe un despertador en forma de tumba que se abre a las 7,30 horas y un cepillo de dientes eléctrico adornado con una cabeza de monstruo. Norman se contempla a sí mismo en el espejo con la boca llena de dentífrico y el aspecto aterrador que tanto le gusta, aunque resulte un incomprendido. Después de lavarse los dientes, Norman sale a la calle como el niño tímido y apocado que todos creen que es, pero pronto se convertirá, como Ralph y como tantos otros, en el héroe que nadie imaginaba.
A Norman le gusta limpiarse los dientes con un cepillo eléctrico adornado con una cabeza de monstruo y contemplarse en el espejo con la boca llena de dentrífico.