Cine, Dientes y Dentistas

Web sobre la relación del cine con los dentistas, los dientes y el mundo de la odontología


La pequeña tienda de los horrores (Little Shop of Horrors)

AÑO: 1986

DIRECTOR: Frank Oz

INTÉRPRETES: Rick Moranis, Ellen Greene, Steve Martin

FOTOGRAFÍA:Bob Paynter

MÚSICA: Miles Goodman

NACIONALIDAD: EE.UU

DURACIÓN: 94 minutos

tienda de los horrores

Seymour trabaja como empleado de una floristería y está enamorado de su compañera Audrie. Pero la chica tiene novio, un singular dentista, del que está enamorada. Tras un extraño eclipse, Saymour compra una pequeña planta a la que bautiza como Audrie II. Pero la planta ha sufrido los efectos de una radiación y pronto empezará a moverse, a hablar y a pedir comida.


LA Pequeña Tienda de los Horrores de Frank Oz

AÑO: 1986 La_pequena_tienda_de_los_horrores-308245905-large

DIRECCIÓN: Frank Oz

INTÉRPRETES: Rick Moranis, Ellen Greene, Steve Martin, Vincent Gardenia, James Belushi, John Candy, Bill Murray, Miriam Margolyes, Christopher Guest

FOTOGRAFÍA: Bob Paynter

MÚSICA: Miles Goodman (Canciones: Alan Menken)

NACIONALIDAD: EE.UU

DURACIÓN: 94 minutos

Si cuando eres niño disparas a tus muñecos, envenenas a los peces de tu pecera y una de tus diversiones favoritas es matar gatos, es posible que tu vocación cuando crezcas sea dedicarte a la odontología. Esa es la filosofía que pregona la madre del dentista al que interpreta Steve Martin en La pequeña tienda de los horrores, una película dirigida en 1986 por Frank Oz, que en realidad es un remake de la que dirigió Roger Corman en 1960.
En La pequeña tienda de los horrores el dentista es el personaje negativo, el que viste cazadora de cuero, viaja en una Harley Davidson, no duda en drogarse incluso con el “gas de la risa”, maltrata a su novia y cae mal a todo el mundo. Sin embargo, sus maldades son tantas y su histrionismo tan acentuado que Steve Martin consigue componer uno de los dentistas más inolvidables de la historia del cine.
Su anfetamínico número musical es difícil de borrar de la memoria. Comienza cuando aparca la moto a la entrada de su consulta, continua con un largo travelling durante el que va torturando a todos los pacientes que se ponen a su alcance y finaliza en un pequeño altar erigido a su propia madre, la mujer que un día vaticinó: “Hijo mío, tienes talento para causar dolor, creo que algún día te pagarán por esa morbosidad. Serás dentista”.
Steve Martin canta y baila porque La pequeña tienda de los horrores es, en realidad, un musical. Pero, ya lo advierte su realizador haciendo un juego con su propio nombre, no nos hallamos en el mágico mundo de Oz. Estos son los barrios bajos y, aunque en realidad nos encontremos en el interior de unos estudios de cine británicos, aquí sobrevivir supone una dura pelea. La floristería donde transcurre la mayor parte de la acción no es precisamente un lugar apacible repleto de naturaleza y la consulta del dentista tiene más que ver con un túnel del terror que con un espacio en el que se protege la salud dental.

MASOQUISMO
En La pequeña tienda de los horrores, que protagoniza Rick Moranis -el pequeño Pablo de Los Picapiedra y el científico capaz de reducir a sus propios hijos en Cariño he encogido a los niños, el humor se cuela por las rendijas del sufrimiento y la naturaleza asoma en forma de planta carnívora que lo devora todo. Y es que estamos en el territorio de los hechos extraordinarios. Cómo si no explicar, y en esto sí coincide la película de Corman con la de Oz, a ese paciente que saca a relucir su masoquismo una vez ha tomado asiento en el sillón del dentista.
Curiosamente los dos actores que interpretan a ese personaje ansioso por sufrir cuentan con un espectacular curriculum actoral. Son Jack Nicholson, que realiza uno de sus primeros papeles en la película de Corman, y Bill Murray, que en la de Oz improvisa algunas de las frases que dice -o sería mejor decir que balbucea con la boca llena de algodones-, mientras admira el increíble instrumental que le va mostrando el odontólogo.
Oz rodó un final arrollador en el que Audrey II, la planta carnívora adquirida en la tienda de un vendedor chino y afectada por los efectos de un eclipse solar que hicieron de ella una especie de vampiro vegetal, terminaba devorándolo todo. Pero aquella conclusión apocalíptica no pareció entusiasmar a los espectadores que, a pesar de todo, eran capaces de cogerles cariño al cruel dentista, a la chica sufridora, al vendedor atolondrado y al ambicioso dueño de la floristería. Así que el mercado determinaría que Audrey II no podría salir victoriosa, aunque quién sabe qué pasará con esa pequeña Audrey III que se asoma desde los últimos fotogramas…