Título original: Muchos hijos, un mono y un castillo; Año:2017; Duración: 90 minutos;
País: España; Dirección: Gustavo Salmerón; ; Guión: Gustavo Salmerón, Raúl de
Torres, Beatriz Montáñez; Reparto:Documentary, Gustavo salmerón,
Julia Salmerón; Productora:Sueños Despiertos
Todo empezó, lo cuenta la protagonista principal de esta historia Julita Salmerón, con la búsqueda de una vértebra. En concreto la de su abuela, bisabuela a su vez del realizador de este documental, Gustavo Salmerón. El problema es que el hueso, que en su día se guardó con sumo cuidado en una caja, a la hora de empezar a rodar se encontraba perdido entre miles de objetos de todo tipo y condición. A la vista de todo lo que viene a continuación, lo cierto es que el proyecto podía haber comenzado con la búsqueda de una dentadura postiza, porque también aparece una en este hogar en el que los toques surrealistas están inmersos en medio de un síndrome de Diógenes cultivado durante décadas por una singular familia.
El documental resulta excepcional desde su propio título, pero es que los deseos de Julita Salmerón fueron desde siempre tener muchos hijos, poseer un mono y ser la dueña de un castillo. Y al final, consiguió los tres, porque fue madre de seis criaturas, llegó a vivir con un pequeño simio del que al final tendría que deshacerse, ya que no era tan cariñoso y pacífico como había soñado, y logró heredar un castillo, aunque tampoco esto les duraría para siempre y lo único que al final conseguiría sería tener muchos más objetos para conservar el día que tuvieron que deshacerse de aquella enorme propiedad.
Gustavo Salmerón, que ha trabajado como actor en numerosas películas (Remake, Reinas, Asfalto…) y que ha dirigido algún cortometraje y un par de documentales, no ha dejado pasar esa oportunidad que le daba el pertenecer a una saga familiar tan peculiar y, sobre todo, el tener una madre capaz de colocarse ante una cámara como si lo hubiera estado haciendo toda la vida, de abrir sin pudor los armarios de su casa para que los espectadores conozcan lo que hay en su interior y de contar desenfadadamente esas historias personales que, habitualmente, suelen pertenecer al ámbito de los amigos y familiares. Precisamente es en ese contexto donde, seguramente, sería hasta ahora de sobra conocida la aventura que le ocurrió a Julita aquella vez que fue a tomarse un café y, preocupada como ha estado desde hace años por el exceso de peso, decidió utilizar sacarina en lugar de azúcar. Su sorpresa fue que en aquel sabroso café apareció un diente y que lo que parecía un imperdonable fallo del establecimiento tenía que ver en realidad con aquella pequeña cajita de la sacarina que contenía los dientes de leche de sus niños y no un sucedáneo del azúcar. Aquella costumbre seguramente no era exclusiva de la familia Salmerón, ya que en algunos hogares se guardaban durante algún tiempo los pequeños dientes de leche de los retoños, seguramente tras habérselos arrebatado al ratoncito Pérez. Pero en el caso de Julita la caja de los dientes de leche pasó a engrosar el archivo familiar y a protagonizar una más de las aventuras que ha vivido por culpa de su afán de conservación.
Vértebras, dentaduras, postizas, dientes de leche… el síndrome de Diógenes sobre el que bromea Julita Salmerón incluye la conservación de elementos tan personales como esos. Todos debidamente guardados en cajas, algunas de las cuales llevan su correspondiente letrero indicando el contenido, y que vivían apiladas en habitaciones sin uso posible, hasta que Gustavo Salmerón los ha descubierto con la excusa de este trabajo que, en la edición de los Goya 2018, se hizo con el Premio al Mejor Documental.