Cine, Dientes y Dentistas

Web sobre la relación del cine con los dentistas, los dientes y el mundo de la odontología


Ralph y Norman, dos héroes incomprendidos

Hay muchos ejemplos que permiten asegurar que, por lo menos dentro del mundo de la animación, el ser o sentirse diferente proporciona bastantes puntos para convertirse en el protagonista de la historia. La afi rmación se cumple en el cine de Tim Burton, en la película sobre la hija de Drácula, Hotel Transilvania, en el viaje fantástico y solitario de Chihiro, en las aventuras del pequeño Nemo con su aleta dañada, en unos cuantos clásicos de Disney, y en muchas películas más.
En los últimos meses el cine de animación ha proporcionado, además de dos excelentes películas, dos claros ejemplos de que la singularidad es un valor añadido, aunque a veces pueda no parecérselo a quienes se sienten desplazados del resto.
No está de más hacer hincapié en esto a través del cine animado, que tanto atrae a los más pequeños, y poner así de manifiesto que todos, incluso los que no encuentran su espacio, lo tienen. Por eso Rompe Ralph! y El alucinante mundo de Norman –ParaNorman, en el título original– son dos buenos ejemplos de solitarios incomprendidos que acaban convertidos en héroes. Pero además, en ambas películas los peligros para la salud dental y la necesidad del cuidado de los dientes, se dejan ver. rompe-ralph-fondo-7

EL PELIGRO DE LOS CARAMELOS
Rompe Ralph!, de Rich Moore, está protagonizada por un personaje de videojuego de casi tres metros de alto que se dedica a romper todo lo que se pone a su alcance. A simple vista, Ralph, cuyo nombre es un homenaje a Ralph Baer, el padre de los videojuegos, es el típico villano. Pero en realidad se siente desplazado y daría cualquier cosa por convertirse en Félix, una especie de Super Mario que todo lo arregla y que es el bueno de la película. En su intento por cambiar, Ralph entra en un videojuego llamado Sugar Rush Speedway, una especie de paraíso del dulce al modo de la fábrica de chocolate de Willy Wonka. Aquí hay pozos de caramelo verde, un rey llamado Candy, un bosque de dulces, arenas movedizas de Nesquik, lianas de azúcar solidificado, una montaña de Coca-Cola que entra en erupción al contacto con caramelos ácidos y hasta una colección de galletas Oreo que trabajan como guardias reales.

Sugar Rush es un homenaje a Candyland (País de los Dulces), un clásico pasatiempo de los años 40 al que Tarantino recordó en Django desencadenado –protagonizada por un dentista–, poniéndole ese nombre a la plantación donde vive el malvado Leonardo DiCaprio. Y es que, a pesar de su atractivo colorido y su maravilloso aspecto, en el paraíso de los caramelos hay muchos peligros y Ralph nos descubrirá que el Rey Caramelo (Candy King) esconde tras su dulce apariencia una realidad mucho más perversa.

HIGIENE DENTAL TERRORÍFICA

 Y si Ralph nos advierte de los peligros para los dientes, Norman, un chico de once años que puede hablar con los zombis, nos muestra que la higiene dental es imprescindible y que, además, la puedes adaptar a tus aficiones. Sam Fell y Chris Butler, los realizadores de El alucinante mundo de Norman, dibujan para su pequeño antihéroe un despertador en forma de tumba que se abre a las 7,30 horas y un cepillo de dientes eléctrico adornado con una cabeza de monstruo. Norman se contempla a sí mismo en el espejo con la boca llena de dentífrico y el aspecto aterrador que tanto le gusta, aunque resulte un incomprendido. Después de lavarse los dientes, Norman sale a la calle como el niño tímido y apocado que todos creen que es, pero pronto se convertirá, como Ralph y como tantos otros, en el héroe que nadie imaginaba.norman1

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A Norman le gusta limpiarse los dientes con un cepillo eléctrico adornado con una cabeza de monstruo y contemplarse en el espejo con la boca llena de dentrífico.


Django Desencadenado

Django_vBlancaAÑO: 2012

TÍTULO ORIGINAL: Django Unchained

DIRECCIÓN: Quentin Tarantino

INTÉRPRETES: Jamie Foxx, Kerry Washington, Leonardo DiCaprio, Christoph Waltz, Samuel L. Jackson

FOTOGRAFÍA: Robert Richarsdson

MÚSICA: Varios

NACIONALIDAD: EE.UU

DURACIÓN: 165 minutos

El western de todos los tiempos conserva un lugar muy especial para los dentistas. Un cineasta como Tarantino, cuyos gustos cinéfi los se forjaron entre las estanterías de un videoclub, no podía estar ajeno a esta constante, y por eso no es extraño que en su western del siglo XXI, Django desencadenado, uno de los protagonistas sea precisamente un dentista.

En el Oeste clásico la figura del dentista iba unida a la del médico, a la del cirujano e, incluso, a la del barbero y su tarea permanecía siempre muy cercana a la idea del dolor. En un buen número de títulos, el dentista era además un personaje alcoholizado al que sus conocimientos servían a veces para redimirse, aunque fuera momentáneamente. Tarantino sabe de todas estas peculiaridades y conoce a los médicos/dentistas que aparecen en películas como El árbol del ahorcado, de Delmer Daves; Río Lobo, de Howard Hawks; Tres forajidos y un pistolero, de Richard Fleischer; Pasión de los fuertes, de John Ford; Muerde la bala, de Richard Brooks, o La hora de las pistolas, de John Sturges.

Pero si hay un dentista en el que Tarantino se ha fijado para componer al doctor King Schultz de Django desencadenado, ese es “Indoloro”, el personaje que encarna Bob Hope en la película de Norman Z. McLeod Rostro pálido (1948). “Indoloro” viaja por el Oeste en una caravana en cuya
lona aparece dibujada una muela gigantesca. El director de Malditos bastardos copia la idea e instala
una muela, también gigante, sujeta a un enorme muelle que la mantiene en constante movimiento,
sobre la caravana del doctor Schultz.
CAMBIO DE OFICIO
Pero hay más coincidencias. “Indoloro” abandona su consulta, se adentra en las praderas del lejano Oeste acompañado por Juanita Calamidad (Calamity Jane) y disfruta con la idea de ser un héroe. En el caso del doctor Schultz, su compañero de viaje será un esclavo llamado Django, y su heroísmo estará estrechamente relacionado con el botín que obtenga, porque su nueva profesión es la de cazarrecompensas.
Y en eso del cambio de oficio, el doctor Schultz coincide también con otro mítico dentista del lejano Oeste, Doc Holliday. El amigo de Wyatt Earp cambió la odontología por el póquer; el doctor Schultz la abandona por la caza de forajidos, aunque siga viajando en su carreta de dentista.
Su transformación en dentista cazarrecompensas le ha valido a Christopher Waltz una nominación a los Oscar como Mejor Actor de Reparto. En 2009 su papel de oficial nazi en Malditos Bastardos le proporcionó una estatuilla en esa misma categoría. Está claro que Tarantino tiene una habilidad especial para crear inolvidables personajes de reparto.
Y, por si no quedara sufi cientemente clara la importancia que Tarantino le da a la profesión del doctor Schultz, solo hay que echar un vistazo al nombre que le ha puesto al malvado que interpreta Leonardo DiCaprio: Calvin Candie; y a su plantación: Candyland, es decir, “País de los dulces”. La denominación proviene de un juego de mesa muy popular en el mundo anglosajón, pero seguramente Tarantino, tan afi cionado a los homenajes y a las coincidencias, no podía dejar pasar la oportunidad de contraponer las bondades de su dentista cazarrecompensas con la maldad del hombre que ha bautizado su imperio como el paraíso de las golosinas.

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Christoph Waltz interpreta al doctor King Schultz. En la imagen, junto al esclavo Django (interpretado por Jamie Foxx), su compañero de viaje en la película.


Pura Vida

AÑO: 2012 Pura Vida

DIRECCIÓN: Migueltxo Molina y Pablo Iraburu

GÉNERO: Documental

FOTOGRAFÍA: Raúl de la Fuente

MÚSICA: Mikel Salas

NACIONALIDAD: España

DURACIÓN: 85 minutos

Entre el 19 y el 23 de mayo de 2008, en la cara sur del Annapurna, a casi ocho mil metros del suelo, dos hombres, Iñaki Ochoa de Olza y Horia Colibasanu, permanecieron en el interior de una pequeña tienda de campaña esperando un rescate que, pese a las complicaciones climatológicas y las dificultades para acceder hasta allí, terminó llegando, aunque para uno de ellos fuera demasiado tarde. Hasta catorce alpinistas de todo el mundo se movilizaron, y algunos incluso se jugaron la vida, para ayudar en un rescate peligroso y a contrarreloj.
Pura vida, dirigida por Pablo Iraburu y Migueltxo Molina, recoge el testimonio de los protagonistas de aquella expedición al Annapurna y de aquel rescate en el Himalaya. El título hace referencia a la expresión que solía utilizar Iñaki Ochoa de Olza, el montañero que falleció en aquella aventura, para explicar lo que experimentaba cuando se enfrentaba al reto de alcanzar la cima de una montaña.
El documental pone de manifiesto un sentimiento que comparten algunos montañeros de élite: “Las montañas no son estadios donde satisfacer nuestra ambición deportiva, sino catedrales donde practicar nuestra religión”. Se trata de una inscripción que puede leerse en el pequeño memorial budista dedicado a Anatoli Boukreev, un montañero admirado por Ochoa de Olza y que también falleció en la cara sur del Annapurna, once años antes que él.
Pero ¿quiénes son esos seres que se juegan la vida y se ponen a prueba una y otra vez tratando de alcanzar las cumbres más elevadas y los rincones más inhóspitos del planeta? La respuesta abarca personas tan variadas como geólogos, obreros de una fábrica, trabajadores de un desguace o dentistas. Todos ellos coinciden en señalar que lo que les diferencia del resto y les une entre sí es su pasión desaforada por la montaña. Una pasión que provoca un intenso contraste entre su vida cotidiana, más o menos convencional, y un apartado épico e incluso heroico cuando se aventuran a escalar las cimas más arriesgadas.
HORIA COLIBASANU
Horia Colibasanu responde perfectamente a ese modelo. Para quienes le conocen en Timisoara, su ciudad de origen, es un dentista de poco más de treinta años que vive con su mujer y su hijo en esta localidad rumana, donde hace ya bastante tiempo
nació una figura inolvidable del cine: Johnny Weissmüller, el mítico Tarzán. Pero existe otro Horia Colibasanu capaz de permanecer cuatro días junto a un compañero enfermo a más de siete mil metros de altura, aún sabiendo que en la montaña hay máximas como que a partir de una cierta altura no existe la piedad, que si pierdes la autonomía eres hombre muerto, que el Annapurna puede ser una trampa mortal o que cuando se atraviesa un punto no hay marcha atrás porque los helicópteros de rescate no pueden volar a cierta altura.
El dentista rumano desafió todos los preceptos de la montaña y, a través de contacto telefónico y por radio, puso en marcha la operación de rescate en la que se centra la película de Iraburu y Molina. Cuando llegó el relevo, Colibasanu emprendió el descenso que le salvaría la vida, y el montañero suizo Ueli Steck se quedó con Ochoa de Olza, hasta que murió.
Aquella tragedia no alejó al dentista rumano de la montaña y dos años más tarde volvió al mismo lugar, alcanzó la cumbre y vivió de nuevo duros momentos. Sin embargo, las dificultades no le han impedido afirmar: “Es difícil atender la consulta, asistir a congresos, entrenar e ir dos meses de expedición pero, si pudiera elegir, sería fácil, me decantaría por el alpinismo, porque sin la montaña no puedo vivir”.

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Horia Colibasanu, dentista y alpinista, es uno de los protagonistas del documental.


Rostro Pálido (The Paleface)

AÑO: 1948

DIRECTOR: Norman Z.McLeod

INTÉRPRETES: Bob Hope, Jane Russell,  Robert Amstrong

FOTOGRAFÍA: Ray Rennahan

MÚSICA: Victor Young

NACIONALIDAD: EE.UU

DURACIÓN: 91 minutos

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Bob Hope interpreta  a un nervioso dentista, que se convierte en pistolero cuando se casa con Juanita Calamidad, una mujer valiente y acostumbrada a cuidarse a sí misma. Mientras él cree que le ha conquistado, para ella la boda con el dentista no será sino una tapadera para llevar a cabo sus planes y conseguir el indulto que le ha sido prometido por el gobierno.


Festival Internacional de Cine Fantástico de Cataluña

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Cartel del 45º Festival de Cine Fantástico de Cataluña.

El pasado mes de octubre tuvo lugar, como todos los años, el Festival de Cine Fantástico de Cataluña. Nada menos que la 45ª edición. Es totalmente imposible ver todas las películas que allí se exhiben, ya que hay sesiones simultáneas en varias salas: Prado, Retiro y el auditorio del Hotel Meliá. Eso sin contar el espacio Brigadoon, que proyecta cortos todos los días en sesión continua.
Las sesiones comienzan a las 9 de la mañana y acaban entre las 4 y las 6 de la madrugada -del día siguiente, claro-. Son 20 horas de cine en cada sala, durante 10 días. Os dejo hacer el cálculo de las horas de exhibición de este ambicioso evento.
Cualquiera que se acerque por Sitges durante los 10 días que dura el Festival, solo verá una pequeña parte de lo que allí se ofrece. En cualquier caso, pasar unos días en esta hermosa ciudad, aprovechando
el puente del 12 de octubre, es una experiencia que merece la pena.
Entre la gran cantidad de posibilidades que ofrece este festival, se encuentran las películas dedicadas al público familiar. Este año tuvimos la oportunidad de ver la deliciosa Frankenweenie, de Tim Burton, y otro éxito que ya ha estado en las salas, Hotel Transilvania. Es un placer ver al Conde Drácula en el papel de padre de una dulce niña y ver cómo ésta va creciendo. Sus pequeños colmillos, lejos de dar miedo, hacen que Mavis, la adolescente hija de Drácula a punto de cumplir la mayoría de edad, con apenas 118 años, resulte aún más atractiva.
En el apartado de cine español podemos destacar Invasor y El Bosc, insufribles las dos. Y Lo imposible, de buena factura, que tanto éxito está teniendo en las salas.

ZOMBIS
De la sección Midnigth-X-Treme, merece la pena mencionar Dead Sushi, de Noburu Iguchi. La película es divertida y delirante: los sushis, aparentemente deliciosos, se convierten en asesinos; les crecen dientes y son ellos los que atacan y muerden a los que intentan comérselos. Lo cierto es que después de ver esto, y con el cansancio de tantas horas sin dormir, terminas pensando que ir a comer a un restaurante japonés es un deporte de riesgo.
Los que peor cuidada tienen la dentadura son siempre los zombis: dientes negros, sucios, torcidos, y en Sitges no solo se ven zombis en las películas. Se pueden ver “zombis de verdad” en la calle, el día 12 de octubre. Las sesiones de maquillaje son largas, pero merece la pena vivir esa experiencia: la ciudad
invadida por un ejército de zombis, que son los propios espectadores caracterizados para celebrar la ya tradicional Zombie walk.
Hasta ahora no hemos hablado de ninguna película de miedo, y esto hay que subrayarlo, ya que hay a quien no le gusta el cine de terror y, como muchas veces se asocia este Festival con ese tipo de películas, la gente se retrae y no se atreve a acudir.
Para estos, una película muy divertida que se proyectó fuera de competición es Seven Psychopaths,
de Martín McDoagh. El autor de Escondidos en Brujas nos deleita con una comedia llena de humor negro y algo salvaje. También A Fantastic Fear of Everything, de Crispian Mills y Chris Hopewell, y Wrong, de Quentin Dupieux, pueden hacer pasar una tarde entretenida
Y para los que buscan miedo, Sinister, de Scott Derrickson, es un título que no deben perderse. Por supuesto, en las apariciones de los niños, los dientes negros y repugnantes les confiere aún un carácter más terrorífico.
Para los amantes de la ciencia ficción, la película es sin duda alguna Looper, de Rian Johnson, que llenó en el festival de clausura. Antiviral, de Brandon Cronenberg, plantea también un futuro extraño y, aunque no llega al nivel de Looper, tiene materia para reflexionar.
Mención especial merece The weight, de Jeon Kyu-hwan. El protagonista de este filme coreano es un hombre que se encuentra mejor trabajando en la morgue, rodeado de cadáveres, que entre seres vivos. La vida de Jung lavando cuerpos y limpiando sangre discurre con tanta naturalidad que el espectador termina encontrando la belleza en ese universo donde todo es pobreza, muerte y suciedad.

CORONAS DE ORO
Este vivir al límite es lo que conduce a nuestro protagonista a extraer las piezas dentales con coronas de oro a los cadáveres. Asistimos a varias escenas donde le vemos con unos alicates sacando molares con mucha destreza. Y en otra escena vemos cómo lleva a un pequeño comercio el oro que ha ido sacando para venderlo. Sus muertos le ayudan a vivir…
Y por último solo me queda mencionar la película más premiada del Festival, Holy Motors, de Léos Carax, lo mejor sin duda, lo más sorprendente, con más ideas y que mantiene el interés, ya que dosifica la información de manera magistral. El guiño a nuestra profesión aparece cuando el protagonista se quita su primer disfraz de mendiga de algún país del Este. En el interior de la limusina aparece su pequeño camerino y vemos cómo se retira unas fundas de oro de atrezzo de sus incisivos que utiliza para dar verosimilitud al personaje…
En definitiva, una gran oportunidad para disfrutar de buen cine. Los amantes del séptimo arte ya estamos esperando Sitges 2013.


LA Pequeña Tienda de los Horrores de Frank Oz

AÑO: 1986 La_pequena_tienda_de_los_horrores-308245905-large

DIRECCIÓN: Frank Oz

INTÉRPRETES: Rick Moranis, Ellen Greene, Steve Martin, Vincent Gardenia, James Belushi, John Candy, Bill Murray, Miriam Margolyes, Christopher Guest

FOTOGRAFÍA: Bob Paynter

MÚSICA: Miles Goodman (Canciones: Alan Menken)

NACIONALIDAD: EE.UU

DURACIÓN: 94 minutos

Si cuando eres niño disparas a tus muñecos, envenenas a los peces de tu pecera y una de tus diversiones favoritas es matar gatos, es posible que tu vocación cuando crezcas sea dedicarte a la odontología. Esa es la filosofía que pregona la madre del dentista al que interpreta Steve Martin en La pequeña tienda de los horrores, una película dirigida en 1986 por Frank Oz, que en realidad es un remake de la que dirigió Roger Corman en 1960.
En La pequeña tienda de los horrores el dentista es el personaje negativo, el que viste cazadora de cuero, viaja en una Harley Davidson, no duda en drogarse incluso con el “gas de la risa”, maltrata a su novia y cae mal a todo el mundo. Sin embargo, sus maldades son tantas y su histrionismo tan acentuado que Steve Martin consigue componer uno de los dentistas más inolvidables de la historia del cine.
Su anfetamínico número musical es difícil de borrar de la memoria. Comienza cuando aparca la moto a la entrada de su consulta, continua con un largo travelling durante el que va torturando a todos los pacientes que se ponen a su alcance y finaliza en un pequeño altar erigido a su propia madre, la mujer que un día vaticinó: “Hijo mío, tienes talento para causar dolor, creo que algún día te pagarán por esa morbosidad. Serás dentista”.
Steve Martin canta y baila porque La pequeña tienda de los horrores es, en realidad, un musical. Pero, ya lo advierte su realizador haciendo un juego con su propio nombre, no nos hallamos en el mágico mundo de Oz. Estos son los barrios bajos y, aunque en realidad nos encontremos en el interior de unos estudios de cine británicos, aquí sobrevivir supone una dura pelea. La floristería donde transcurre la mayor parte de la acción no es precisamente un lugar apacible repleto de naturaleza y la consulta del dentista tiene más que ver con un túnel del terror que con un espacio en el que se protege la salud dental.

MASOQUISMO
En La pequeña tienda de los horrores, que protagoniza Rick Moranis -el pequeño Pablo de Los Picapiedra y el científico capaz de reducir a sus propios hijos en Cariño he encogido a los niños, el humor se cuela por las rendijas del sufrimiento y la naturaleza asoma en forma de planta carnívora que lo devora todo. Y es que estamos en el territorio de los hechos extraordinarios. Cómo si no explicar, y en esto sí coincide la película de Corman con la de Oz, a ese paciente que saca a relucir su masoquismo una vez ha tomado asiento en el sillón del dentista.
Curiosamente los dos actores que interpretan a ese personaje ansioso por sufrir cuentan con un espectacular curriculum actoral. Son Jack Nicholson, que realiza uno de sus primeros papeles en la película de Corman, y Bill Murray, que en la de Oz improvisa algunas de las frases que dice -o sería mejor decir que balbucea con la boca llena de algodones-, mientras admira el increíble instrumental que le va mostrando el odontólogo.
Oz rodó un final arrollador en el que Audrey II, la planta carnívora adquirida en la tienda de un vendedor chino y afectada por los efectos de un eclipse solar que hicieron de ella una especie de vampiro vegetal, terminaba devorándolo todo. Pero aquella conclusión apocalíptica no pareció entusiasmar a los espectadores que, a pesar de todo, eran capaces de cogerles cariño al cruel dentista, a la chica sufridora, al vendedor atolondrado y al ambicioso dueño de la floristería. Así que el mercado determinaría que Audrey II no podría salir victoriosa, aunque quién sabe qué pasará con esa pequeña Audrey III que se asoma desde los últimos fotogramas…


Charlie y la Fábrica de Chocolate

Charlie_y_la_fabrica_de_chocolate-369210884-largeAÑO: 2005

DIRECCIÓN: Tim Burton

INTÉRPRETES: Johnny Depp, Freddie Highmore, Helena Bonham Carter, David Kelly, Noah Taylor, Missi Pyle, James Fox, Deep Roy, Christopher Lee, AnnaSophia Robb, Jordan Fry, Philip Wiegratz, Julia Winter

FOTOGRAFÍA: Philippe Rousselot

MÚSICA: Danny Elfman

NACIONALIDAD: EE.UU

DURACIÓN: 116 minutos

La palabra tabú para Willy Wonka, el protagonista “adulto” de Charlie y la fábrica de chocolate, es “padre”. Y es que el padre del personaje que interpreta Johnny Depp en la película de Tim Burton es de los que dejaría huella en la mente de cualquier niño. Se trata del dentista más famoso de la ciudad, como él mismo se autoproclama, y sus métodos le llevan a colocar unas enormes fuerzas extraorales y aparatos a su hijo para corregir su maloclusión y de paso evitarle cualquier contacto con el mundo de las chucherías. Para él, las piruletas son brochetas de caries, los caramelos se pegan peligrosamente a los brackets y los dulces son monstruosidades de las que hay que alejarse.
El problema es que Willy es un niño mucho menos preocupado por su salud dental que por conseguir comerse una chocolatina. Así que la tragedia infantil está servida, y de ahí al trastorno psicológico sólo hay un paso, el que media entre encontrarse recogiendo entre las cenizas de la chimenea los caramelos que su padre le ha tirado al fuego y convertirse en el propietario de la mayor fábrica de chocolate de la historia.
Tim Burton (Sleepy Hollow, La novia cadáver, Alicia en el país de las maravillas, Frankenweenie) se acercó en 2005 al mundo del escritor británico Roald Dahl, autor de la novela Charlie y la fábrica de chocolate (1964), porque seguramente contenía todos los elementos por los que se ha sentido siempre atraído: fantasía, crítica social y unos personajes sobre los que verter su portentosa imaginación.
Los protagonistas son de carne y hueso, pero muy bien podían pertenecer al territorio del dibujo y la animación: una casita de cuento donde apenas caben Charlie, sus padres y sus cuatros abuelos, una enorme fábrica repleta de todos los dulces imaginables donde habita un chocolatero (Johnny Depp) con aspecto de roquero a lo Marilyn Manson -cuyo nombre se barajó para el papel-, junto a una colección de personajes difíciles de definir, conocidos como los Oompa Loompas, y cuatro niños ricos y mal educados -Augustus Gloop, el gordito con una dieta a base de carne y chocolate; Veruca Salt, la niña malcriada que siempre quiere más; Violet Beauregarde, masticadora de chicle y obsesionada por batir
récords, y Mike Teavee, un loco de los videojuegos-.

MUNDO FANTÁSTICO
El universo de Dahl estaba creado sin duda a la medida de Tim Burton. Por eso el realizador le pidió a su guionista, John August, que se olvidara de las adaptaciones que se habían hecho de la obra literaria y fuera directamente al origen para sacar de allí el mundo fantástico que él siempre reclama. A partir de ahí, Burton creó sus propios Oompa Loompas, unos decorados coloristas y unas coreografías repletas de imaginación.
La fábrica de chocolate de Willy Wonka podría ser un sueño fantástico pero, como pasa siempre con la sobreabundancia, se convierte en un cuento de terror para quienes solo se ven a sí mismos y en una jaula de oro para su creador. Solamente Charlie, el niño pobre y curioso se salva de esta quema generalizada. Él hace las preguntas claves a Willy Wonka: ¿Cómo era de pequeño? ¿Se acuerda del primer caramelo que se comió?, y es capaz de renunciar a lo que desea.
Pero, como de lo que se trata en la película es de padres, también habrá que mencionar al de Charlie, el señor Bucket, quien por cierto es el único que no acompaña a su hijo a la fábrica de chocolate, hasta donde el niño irá con su abuelo. La tecnología lo ha desplazado de su trabajo y una máquina le ha
sustituido en la fábrica de pasta de dientes Smilex -paralelismo paterno entre los padres de los protagonistas: un dentista y un fabricante de pasta de dientes, ambos defensores de la salud dental-.
Charlie y la fábrica de chocolate está repleta de referencias bucodentales para analizar. Tan solo recordar cómo el anciano señor Wonka (Christopher Lee) no reconoce a su hijo hasta que lo tiene sentado en el sillón de su consulta y observa su dentadura: “No he visto unos premolares como estos…. ¡Willy!”.


Les Herbes Folles

AÑO: 2009 Las_malas_hierbas-257744766-large

DIRECCIÓN: Alain Resnais

INTÉRPRETES: André Dussollier, Sabine Azéma, Emmanuelle Devos, Mathieu Amalric, Michel Vuillermoz, Anne Consigny, Cédéric Deruytère

FOTOGRAFÍA: Eric Gautier

MÚSICA: Mark Snow

NACIONALIDAD: Francia

DURACIÓN: 104 minutos

Las hierbas que aprovechan cualquier resquicio entre el asfalto, que no salen donde tienen que salir sino donde pueden, en francés se denominan hierbas locas (folles), como el título original de la última película de Resnais, Les herbes folles o Las malas hierbas si acudimos al título en español. El amor del que habla el cineasta en una de las pocas adaptaciones literarias que ha hecho a lo largo de su vida profesional, y está a punto de cumplir los noventa años, también es “loco” (fou) y un poco surrealista, como le gusta a Resnais, un declarado seguidor de André Breton y de su manifiesto.
Así que entre tanta locura no es de extrañar que Las malas hierbas comience deteniéndose en unos pequeños fragmentos de asfalto resquebrajados por la fuerza de la naturaleza y termine con la aparición
de un personaje nuevo, que muy bien podría enlazar con una nueva historia. “Est-ce que quand je serai un chat je pourrai manger des croquettes?” (“¿Cuándo sea un gato podré comer galletitas?”). La frase, que también aparece en la novela El incidente de Christian Gailly, en la que se basa la película, no tenía en el libro el peso que adquiere en el filme, pero aquí sirve de nexo para presentar a otra mala hierba -o quizás la misma-, a otro personaje femenino, el de Marguerite Muir, la protagonista de Las malas hierbas.
Resnais empieza su relato en el suelo, con una cámara siguiendo los zapatos de los transeúntes de la ciudad, y casi lo termina en el cielo, el lugar donde Marguerite se siente feliz, pilotando un avión. Entre ambas situaciones nos presenta a unos personajes nada típicos y poco dados a los encasillamientos. Marguerite, una mujer con nombre de flor, como seguramente no podía ser de otra manera, se gana la vida como dentista y comparte la consulta con otra compañera más joven que ella. Su título lo obtuvo en la Universidad de París, aunque si se les preguntara a sus pacientes seguramente no responderían con el ansiado “no he sentido nada”. Y es que Marguerite Muir, una mujer con una cabellera roja bastante indómita y nada convencional, provoca dolor a sus pacientes y la cámara recoge sus manos en alto y sus
quejas. “Casi está acabado”, dice ella, mientras continúa insistiendo hasta provocar el descontento “!Qué barbaridad!”, se lamenta uno de sus sufridos pacientes que seguramente no volvería más por allí de no sentirse atraído por la singularidad de su dentista.

EL ROBO
Y es que Marguerite prefiere pilotar un avión que insistir un día tras otro en la rutina de su consulta y de su vida cotidiana. Por eso no tiene ningún inconveniente en abandonarlo todo y dejar que los pacientes hagan cola ante su puerta, aunque a alguno de ellos se le refleje el dolor y una evidente hinchazón en la cara. Para ella las cosas empezarán a cambiar a partir de un incidente: el robo de su bolso y la posterior devolución de su cartera por parte de un desconocido.
Por suerte para los pacientes, Marguerite, más luminosa y decorada con unos dibujos coloristas de los Beatles, ejerce su compañera. Allí el ambiente que se respira es más tranquilo y ella se encarga de hacer el trabajo de ambas mientras la mujer del cabello rojo y alborotado se va alejando del instrumental de su consulta y adentrándose en la vida del desconocido.
Las malas hierbas está repleta de guiños al mundo del cine. Al fin y al cabo Resnais es parte de la memoria viva de la historia del cine. Así que algunos han querido ver en el nombre de la propia protagonista, Marguerite Muir, una referencia a El fantasma y la señora Muir, de Joseph Mankiewicz, la historia de una mujer capaz de ver a un espíritu que nadie percibe. Y, naturalmente, el director de Hiroshima, mon amour acude a una sala de cine como lugar de encuentro y allí sus dos protagonistas se dan cita mientras en el interior se proyecta Los puentes de Toko-Ri, una película protagonizada por un aviador americano enfrentado a sus propios miedos.
Resnais renuncia a que los espectadores descubran a sus personajes antes de entrar a ver la película. Y por eso el cartel anunciador es tan sugerente como misterioso. El dibujo de un cuerpo femenino cuya cabeza es una especie de arbusto rojo y un cuerpo masculino con cabeza vegetal. No tienen rostros, tan solo son “hierbas enloquecidas”.


En un Mundo Mejor

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DIRECCIÓN: Susanne Bier

INTÉRPRETES: Mikael Persbrandt, Trine Dyrholm, Ulrich Thomsen, William Jøhnk Nielsen, Markus Rygaard, Bodil Jørgensen, Toke Lars Bjarke, Camilla Gottlieb, Satu Helena Mikkelinen

FOTOGRAFÍA: Morten Søborg

MÚSICA: Johan Söderqvist

NACIONALIDAD: Dinamarca

DURACIÓN: 110 minutos

Anton, un comprometido médico danés, ejerce su profesión en un campo de refugiados en África. Está separado de su mujer y tiene dos hijos. El mayor de los chicos, Elías, sufre acoso escolar por parte de unos matones de su colegio. Un día llega a su escuela Christian, un chico tímido y algo extraño, huérfano de madre, que le ayuda, y llega a amenazar con un cuchillo al cabecilla de los agresores para que deje de molestar a Elías.

Éste se convierte en amigo inseparable del recién llegado. Anton vuelve regularmente a Dinamarca para visitar a sus hijos. En una de estas visitas, mientras pasa un rato con sus hijos y Christian, es agredido por un individuo delante de los chicos. Él opta por no entrar en el juego del agresor y no pelea con él, lo que desconcierta a Elías y Christian, que piensan que su actitud ha sido cobarde.
Ante esta situación, y para demostrar a los chicos que no tiene miedo, Anton los lleva frente al agresor, intenta hablar con él y este le vuelve a golpear. Anton les explica que su actitud violenta es el comportamiento de los débiles… Pero Elías, y sobre todo Christian, no acaban de entenderlo y deciden vengarse por su cuenta del individuo que ha abofeteado al padre de Elías. Este camino hecho de venganza y rabia traerá consigo graves consecuencias.
Confieso ciertos prejuicios que tengo cuando voy a ver películas que han recibido algún Oscar. Esto hace que aumenten nuestras expectativas y al final salgas decepcionado. En esta ocasión, reconozco que esta película me ha gustado y me ha dado ocasión de reflexionar y ha sido tema de muchas conversaciones con amigos. La película discurre entre dos culturas muy distintas. Dinamarca,un país civilizado, donde parece que la vida debería ser casi perfecta, y un campo de refugiados en África, donde la violencia, la venganza, el sufrimiento y el dolor es lo que marca su día a día.
Vivimos tantas situaciones de este tipo en nuestra vida diaria que terminamos poniéndonos una coraza y no viendo ni escuchando: guerras, torturas, violencia, venganzas, tantas cosas que nos hacen sentir mal y ante las que preferimos cerrar los ojos solo por poder seguir adelante. Ante esto tenemos la excusa de la distancia, pero ¿qué ocurre cuando la violencia se desata en nuestro mundo civilizado? ¿También hemos llegado a acostumbrarnos al acoso que sufren muchos niños en nuestro perfecto y avanzado mundo? ¿Cómo reaccionamos? ¿Poniendo la otra mejilla como el padre de nuestro protagonista o vengándonos, como planea su amigo? ¿Ningún camino es bueno? Pero vayamos al tema de esta columna, en esta ocasión los dientes. Nuestro protagonista, Elías, es objeto de burla debido a la protrusión y separación de sus incisivos superiores. Los compañeros de clase le insultan llamándole “cara de rata”. Elías lleva también un aparato: una placa de Hawley.
Y aunque en nuestra película no aparece el dentista que supuestamente trata a Elías, si que voy a hablar de ese invisible profesional. Sinceramente creo que la directora no debió de preocuparse mucho por este asunto y no pidió asesoramiento. No parece probable que en un país como Dinamarca, en pleno siglo XXI, se proponga una plaquita de Hawley para tratar lo que parece ser una Clase II importante. ¿No han oído hablar de brackets en Dinamarca? En fin, admitamos la placa de Hawley.… Lo que ya es más difícil de creer es que después de que al niño le explote una bomba, la placa de Hawley ni se mueva. Más tarde hospitalizan al niño, está en coma, le hacen todo tipo de pruebas y… allí sigue su aparato: es como el 007 de los aparatos ortodónticos, ¡ni se despeina!
¿Aparatos a prueba de bombas? Vale, reconozco que me da envidia. Todos tenemos pacientes rompetechos que rompen o pierden cualquier cosa que les pongamos. Que me explique la directora de la película qué dentista coloca esas placas. ¡Mañana mismo me voy a Dinamarca para aprender esa técnica!

Elías y Christian 3

 

Elías sufre acoso escolar por parte de unos matones de su colegio. Un día llega a su escuela Christian, un chico tímido y huérfano de madre, que le ayuda y se convierte en su amigo inseparable.


ANIMAL KINGDOM

AÑO: 2010 Animal_Kingdom-313137036-large

DIRECTOR: David Michôd

INTÉRPRETES: James Frecheville, Ben Mendelsohn, Guy Pearce, Jacki Weaver, Joel Edgerton, Luke Ford, Sullivan Stapleton, Dan Wyllie, Anthony Hayes, Laura Wheelwright, Mirrah Foulkes, Kieran Darcy-Smith

FOTOGRAFÍA: Adam Arkapaw

MÚSICA: Antony Partos

NACIONALIDAD:  Australia

DURACIÓN: 112 minutos

Animal Kingdom cuenta la historia de Joshua “J” Cody (James Frecheville), quien, tras morir su madre, debe ir a vivir a Melbourne con sus tíos, con los que, hasta ahora, no ha tenido prácticamente ningún contacto. Será acogido por su abuela Smurf (Jackie Weaver). Aunque se adaptará rápidamente a su nueva vida, no tardará en descubrir que el mundo donde se mueve su familia es mucho más peligroso de lo que él podría pensar. Un policía, Nathan Leckie (Guy Pearce), debe convencer a “Jota” para que sea su testigo. Para sobrevivir, J deberá elegir qué lugar quiere ocupar dentro de ese submundo donde le ha tocado vivir.
La película se estrenó el año pasado en nuestras salas de cine precedida por numerosas nominaciones a los AFI –que son en Australia el equivalente a los Oscars–. También cuenta con una nominación a los Globos de Oro a Mejor Actriz Secundaria, para Jackie Wever, quien interpreta a la fascinante abuela de esta complicada familia. No podemos olvidar que, además, el filme recibió el Premio del Jurado en la última edición del Festival de Sundance. La ópera prima de David Michôd entusiasmó al público en el Festival y en nuestro país ocupó un lugar muy digno en una cartelera a menudo llena de películas aburridas, tontas, previsibles y vacías.

RECOMENDABLE

Estos premios me prometían pasar una buena tarde de cine. Sin embargo leí varias críticas bastante negativas sobre la película, así que fui cargada de dudas. Pero tocaba, ya era hora, disfrutar de cine, así que de verdad quiero recomendaros esta película que a mí me ha fascinado, aunque sigo sin llegar a captar muchos de los mensajes, apenas pinceladas, que nos da su director.
En cuanto al tema dental, que es al fin y al cabo el tema de este artículo, hay que estar atentos al final de la película. En una plácida escena donde la abuela de nuestra historia charla tranquilamente con una vecina, se oye de fondo la voz del presentador de un programa. Nuestro personaje dice la siguiente frase. “Los directivos de esta cadena deberían cuidar más al presentador. No tiene los dientes en su sitio. No lo hace mal, pero tiene una boca repugnante”.
Esta frase, dicha así, sin que tenga mayor trascendencia en la película, ya que pretende reflejar sin más una conversación trivial entre dos mujeres que están mirando un programa distraídamente, me hace pensar que lo mío no es deformación profesional. Hay que tener en cuenta además que los personajes que hablan no los sitúa el guión en una clase acomodada, sino en una familia de delincuentes bastante marginal, y esto da aún mayor peso al comentario.
Personalmente siempre me fijo, sin quererlo, en los dientes de los que me rodean. Una boca descuidada puede dar mala impresión cuando se trata de gente “normal”, gente de la calle, pero son personas que no viven de su imagen. Sin embargo, un presentador o cualquier personaje público debería cuidar sus dientes. Y no lo digo yo que soy dentista… Esas palabras las coloca el guionista en la boca de una ciudadana de a pie, aunque de normal no tenga más que la fachada, ¡porque la abuelita es de armas tomar!

559608-jacki-weaver-animal-kingdomJackie Weaber interpreta a una abuela de armas tomar.